Los Lumière habían tenido la visión para crear el cinematógrafo y para mostrar su funcionamiento, pero pensaban en el alcance de su invención. Lo veían como un medio para fines científicos, pero en enseguida comprendieron su popularidad y de la mano de un buen numero de camarógrafos empezaban a registraban acontecimientos deportivos, sociales y políticos de otras partes del mundo, habían creado los noticieros.
El cinematógrafo había marcado la evolución que se extendió a proyecciones en las principales capitales de Europa y paso a formar parte de los entretenimientos de ferias, pero uno de los pocos afortunados que estuvo en la mítica función del 28 de diciembre, fue el responsable de llevar este nuevo invento a un nuevo nivel. Estamos hablando del mítico Georges Méliès, nacido en 1861 era en hijo de un zapatero, pero desde chico mostro interés por el arte. Comenzó dibujando y también se intereso por el teatro. Un viaje a Inglaterra lo acerco al ilusionismo, liego volvió a París para trabajar en la empresa de la familia, aunque su desempeño con las máquinas le serviría para el futuro. Cuando su padre murió, decidió vender su parte de la empresa y compro el teatro Robert-Houdin, allí monto sus espectáculos que combinaban magia y actuación con escenografías y artilugio fabricados por el mismo. En paralelo, trabajaba como periodista e ilustrador. Podríamos decir que era un hombre bastante inquieto.
Tras quedar maravillado con aquellas primeras proyecciones quiso adquirir un cinematógrafo, pero fue negado por los Lumière con explicación de que
a la larga dejaría de ser un negocio rentable, de hecho ambos pronto
desaparecieron del ámbito cinematográfico. pero sin darse por vencido Méliès
consiguió una versión del quinetoscopio c por el lado del electricista Roberto
Paul, y comenzó a hacer sus propias filmaciones. Al principio se asemejaban a
los registros de sus colegas franceses, pero en un momento hizo un
descubrimiento.
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